26.9.12

temps de vots

M'ha passat per segona vegada: l'ordinador s'ha quedat inoperatiu amb una pantalla fixa, suposadament de la policia espanyola, que em demanava de pagar una multa com a conseqüència d'haver entrat en una pàgina perversa. Cap problema, només una mica de temps: reiniciar, entrar en mode segur, restaurar el sistema (en el meu cas a la 1,35 del mateix dia).


El curiós és que, si no m'equivoco, el virus m'ha aparegut en consultar una pàgina on apareixia el famós discurs de Victoria Kent sobre el vot femení (1 d'octubre de 1931). Com que ara fa 25 anys de la seua mort em venia bé fer un repàs a la seua vida i a la seua trajectòria política. De sobte, però m'he trobat que per la raó que sigui algú ha considerat que una consulta sobre la senyora Kent, la República, o el vot femení eren un motiu apropiat per fer un xantatge o, dit d'una altra manera, que la policia espanyola considera que visitar la pàgina esmentada podia ser constitutiu de crim -leu, això sí- i mereixia una multa.

M'he rellegit el discurs de Victoria Kent (també el de Clara Campoamor) i he entès perfectament què volia dir, he entès les seus raons i he procurat fer un exercici d'introspecció històrica. No me n'he acabat de sortir. És veritat que el vot de la dona en general, enormement influïda per l'Església, podria acabar amb la República, però... I tots aquests arguments que incideixen no en les dones sinó en els seus fills...Ai, calia educar les dones fins que entenguessin els beneficis de la República...

Potser algú pensa actualment que el seu vot val per tres o quatre vots de segons qui i que les manipulacions ideològiques, si és que queden ideologies, són bestials, les subtils i les grolleres. Potser algú pensa que tant se val, que després els polítics fan el que volen. I ja veurem coses grosses aquests dos mesos. Passi el que passi, el primer requisit irrenunciable en qualsevol democràcia és que cada persona tingui un vot que valgui el mateix que qualsevol altre; després, en les democràcies, podem discutir els detalls.



La Srta. KENT: Señores Diputados, pido en este momento a la Cámara atención respetuosa para el problema que aquí se debate, porque estimo que no es problema nimio, ni problema que debemos pasar a la ligera; se discute, en este momento, el voto femenino y es significativo que una mujer como yo, que no hago más que rendir un culto fervoroso al trabajo, se levante en la tarde de hoy a decir a la Cámara, sencillamente, que creo que el voto femenino debe aplazarse. (Muy bien.- Aplausos) Que creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. (Muy bien.) Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. (El Sr. Guerra del Río: Los cavernícolas hablan de pastel.) Quiero significar a la Cámara que el hecho de que dos mujeres, que se encuentran aquí reunidas, opinen de manera diferente, no significa absolutamente nada, porque, dentro de los mismos partidos y de las mismas ideologías, hay opiniones diferentes. Tal ocurre en el partido radical, donde la Srta. Campoamor figura, y el Sr. Guerra del Río también. Por tanto, no creo que esto sea motivo para esgrimirlo en un tono un poco satírico, y que a este problema hay que considerarle en su entraña y no en su superficie.

En este momento vamos a dar o negar el voto a más de la mitad de los individuos españoles y es preciso que las personas que sienten el fervor republicano (Muy bien). , el fervor democrático y liberal republicano nos levantemos aquí para decir: es necesario aplazar el voto femenino. (Muy bien). Y es necesario Sres. Diputados aplazar el voto femenino, porque yo necesitaría ver, para variar de criterio, a las madres en la calle pidiendo escuelas para sus hijos; yo necesitaría haber visto en la calle a las madres prohibiendo que sus hijos fueran a Marruecos; yo necesitaría ver a las mujeres españolas unidas todas pidiendo lo que es indispensable para la salud y la cultura de sus hijos. Por eso Sres. diputados, por creer que con ello sirvo a la República, como creo que la he servido en la modestia de mis alcances, como me he comprometido a servirla mientras viva, por este estado de conciencia es por lo que me levanto en esta tarde a pedir a la Cámara que despierte la conciencia republicana, que avive la fe liberal y democrática y que aplace el voto para la mujer. Lo pido porque no es que con ello merme en lo más mínimo la capacidad de la mujer; no, Sres. Diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República. Por esto pido el aplazamiento del voto femenino o su condicionalidad; pero si condicionamos el voto de la mujer, quizás pudiéramos cometer alguna injusticia. Si aplazamos el voto femenino no se comete injusticia alguna, a mi juicio. Entiendo que la mujer, para encariñarse con un ideal, necesita algún tiempo de convivencia con la República; que vean las mujeres que la República ha traído a España lo que no trajo la monarquía: esas veinte mil escuelas de que nos hablaba esta mañana el Ministro de Instrucción pública, esos laboratorios, esas Universidades populares, esos Centros de cultura donde la mujer pueda depositar a sus hijos para haberlos verdaderos ciudadanos.

Cuando transcurran unos años y vea la mujer los frutos de la República y recoja la mujer en la educación y en la vida de sus hijos los frutos de la República, el fruto de esta República en la que se está laborando con este ardor y con este desprendimiento, cuando la mujer española se dé cuenta de que sólo en la República están garantizados los derechos de ciudadanía de sus hijos, de que sólo la República ha traído a su hogar el pan que la monarquía no les había dejado, entonces, Sres. Diputados, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República; pero, en estos momentos, cuando acaba de recibir el Sr. Presidente firmas de mujeres españolas que, con su buena fe, creen en los instantes actuales que los ideales de España deben ir por otro camino, cuando yo deseaba fervorosamente unos millares de firmas de mujeres españolas de adhesión a la República (La Srta. Campoamor: Han venido.), cuando yo deseaba miles de firmas y miles de mujeres en la calle gritando "¡Viva la República!" y "'Viva el Gobierno de la República!", cuando yo pedía que aquella caravana de mujeres españolas que iban a rendir un tributo a Primo de Rivera tuviera una compensación de estas mismas mujeres españolas a favor de la República, he de confesar humildemente que no la he visto, que yo no puedo juzgar a las mujeres españolas por estas muchachas universitarias que estuvieron en la cárcel, honra de la juventud escolar femenina, porque no fueron más que cuatro muchachas estudiantes. No puedo juzgar tampoco a la mujer española por estas obreras que dejan su trabajo diariamente para sostener, con su marido, su hogar. Si las mujeres españolas fueran todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino. (Muy bien.- Aplausos.)

Pero en estas horas yo me levanto justamente para decir lo contrario y decirlo con toda la valentía de mi espíritu, afrontando el juicio que de mí puedan formar las mujeres que no tengan ese fervor y estos sentimientos republicanos que creo tener. Es por esto por lo que claramente me levanto a decir a la Cámara: o la condicionalidad del voto o su aplazamiento; creo que su aplazamiento sería más beneficioso, porque lo juzgo más justo, como asimismo que, después de unos años de estar con la República, de convivir con la República, de luchar por la República y de apreciar los beneficios de la República, tendríais en la mujer el defensor más entusiasta de la República. Por hoy, Sres. Diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer. Yo no puedo sentarme sin que quede claro mi pensamiento y mi sentimiento y sin salvar absolutamente para lo sucesivo mi conciencia. He ahí lo que quería exponer a la Cámara (Grandes aplausos).

3 comentaris:

Júlia ha dit...

La senyora Kent sempre m'ha fet una mica de 'repelús', no entenc això de voler negar un dret pel fet que no t'afavorirà electoralment, entenc que eren d'altres temps però Campoamor va pagar amb escreix la seva defensa del tema, fins i tot en l'exili li donaven la culpa dels resultats del 33, sense comptar amb el desprestigi d'una república sobre la qual s'havien aplegat excessives demandes o també de la crida a no votar que van fer els anarquistes. Tristes històries, la veritat.

Júlia ha dit...

Encara de velleta va venir uns dies de visita i defensava que la dona que es volgués dedicar a la política o a la vida professional havia de renunciar a tenir fills, coses així.

miquel ha dit...

No conec gaire la Kent, Júlia, només quatre generalitats sobre allò de "la primera dona que...", però aquest discurs -i entenc el que vol dir- que alguns actualment repetirien no el puc justificar.